Sindicatos Libres



Los Sindicatos Libres (en catalán Sindicats Lliures o Unió de Sindicats Lliures), fueron unas organizaciones creadas por militantes carlistas en el Ateneo Obrero Legitimista en 1919. Los miembros de los Sindicatos Libres fueron el brazo ejecutor de los atentados y asesinatos de miembros prominentes de la CNT, como Salvador Seguí, y también como el abogado Francesc Layret. Tuvo escaso apoyo dentro del mundo obrero, pero recibieron apoyo por parte de la dictadura de Primo de Rivera, sectores de la policía y de la extrema derecha.

Encontramos entre sus fundadores a jóvenes trabajadores y dependientes del comercio que formaban parte de los círculos jaimistas de la ciudad condal. El partido jaimista le daría inicialmente su apoyo, pero posteriormente ocultaron sus orígenes para proclamar su naturaleza puramente obrera. Adoptaron formas obreristas, haciendo uso de todas las fórmulas a su disposición, desde las huelgas hasta la negociación, sin olvidar los boicots e intimidaciones de todo género. Lo constituyeron gente de Cataluña. Ramón Sales Amenós, Juan Laguía Lliteras, Ceferino Tarragó e Ignacio Jubert.
El historiador Colin M. Winston, distingue tres etapas en la evolución del sindicato, entre 1919 y 1923. En la primera y hasta principios de 1921, su expansión habría sido modesta, en torno a diez mil afiliados provenientes del espacio carlista. Hasta octubre de 1922 se produjo un avance considerable, favorecido por la estrecha colaboración del general Severiano Martínez Anido, gobernador civil de Barcelona, como por el paso de los cenetistas a la clandestinidad. Alcanzaron entonces la cifra de 150.000 miembros. Y finalmente desde la sustitución de Severiano Martínez Anido y el golpe de Estado de 1923, se dio un retroceso en la influencia de los Sindicatos Libres.
Lucha Sindical
El Sindicato Libre significó una reacción contra el Sindicato Único (CNT), lógica y espontáneamente surgida entre elementos del Ateneo Legitimista de Barcelona. Quienes recurren a la iniciativa gubernamental de explicar el nacimiento del Sindicato Libre, desconocen la significación y la fuerza del carlismo catalán. Todo lo otro –situación del Sindicato Libre respecto a la UGT, a los sindicatos católicos, a la Patronal, y al Gobierno– es cuestión posterior. Ahora –bajo el conde de Salvatierra– como una fuerza de choque, dispuesta a batirse con el Sindicato Único, a oponer la violencia a una violencia intolerable, muy al margen de la lucha de clases. Y esa decisión era auténticamente carlista. Todo lo otro –insistimos– vino luego.
El Sindicato Libre pronto cobró personalidad propia al enfrentarse al rival cenetista y hacer frente también a la Patronal en sus veleidades de subordinarlo a sus intereses. De 1919 a 1921, el naciente sindicato fue promocionado por los empresarios en su labor de dividir al proletariado barcelonés.
Sin embargo, los "Libres" siempre dejaron claro que su política iba en defensa estricta de los derechos profesionales del obrero, y que no se iban a plegar a los intereses de los empresarios, como había pasado con algunos sindicatos profesionales y católicos, que habían nacido por el patrocinio de algunos notables conservadores y se sentían obligados a defender el orden constituido.
Este punto de vista diverso impidió unas relaciones amistosas con los sindicatos confesionales que estaban controlados por magnates conservadores. No obstante, los católicos-libres fundados por los dominicos habían mantenido una postura más combativa en los intereses obreros, y mantenían un buen diálogo con los carlistas. Estos sindicatos tenían casi su única fuerza en la región vasco-navarra, por lo que la simbiosis carlista y sindicalista se daba en muchas zonas como Azpeitia. Esta amistad se prolongaría de tal modo, que en 1924, en el congreso de Pamplona, decidieron fusionarse y crear la Confederación Nacional de Sindicatos Libres, de los dominicos José Gafo y Pedro Gerard, cuya fuerza estaba en Cataluña y País Vasco-Navarra, curiosamente parte de la misma geografía política del tradicionalismo.
Terrorismo
Los Sindicatos Libres fueron dirigidos por el requeté Ramón Sales Amenós, natural de La Fuliola, como presidente, que procedía del Sindicato Mercantil de la CNT. Su ideólogo fue Juan Laguía Lliteras, asesinado en Madrid en 1936, quien también fue secretario general, acompañados de Josep Baró, Jordi Bru, Estanislao Rico, Domingo Farré, Feliciano Baratech y Mariano Puyuelo. Los miembros de los Sindicatos Libres fueron el brazo ejectutor de los atentados y asesinatos de miembros prominentes de la CNT como Salvador Seguí, y también del abogado Francesc Layret. Tuvo escaso apoyo dentro del mundo obrero, pero recibieron apoyo por parte de la dictadura de Primo de Rivera, sectores de la policía y de la extrema derecha.
Hasta 1923, los "Libres" sufrieron también, la constante amenaza del terrorismo anarquista que no podía permitir que hubiesen escindido a la clase obrera, y el precio fue el asesinato de 53 dirigentes sindicales. Sin embargo, los "Libres" también crearon sus grupos de autodefensa que atacaron a los anarquistas con sus mismas armas. No obstante, los "Libres" estaban naciendo, y la pérdida de dirigentes les hacía más daño. Las autoridades restauracionistas, en premisa de proteger el orden liberal establecido, detenía tanto a sindicalistas cenetistas como a "Libres". La lucha entre ambos sindicatos fue sangrienta, pero la patronal intentó manejarla a su favor utilizando esquiroles Libres en las huelgas de los anarquistas y al revés en las promovidas por los "Libres".
En 1924, al ser prohibida la CNT, atrajo a sindicatos independientes y también a algunos sectores propensos al anarcosindicalismo. Aun cuando en 1929 proclamaban tener 190.000 afiliados, no se consolidaron como fuerza sindical, y no consiguieron sobrevivir a la proclamación de la Segunda República.


Los Sindicatos Libres

 

En el año 1919 la violencia en Barcelona alcanzó cotas muy elevadas. El origen de la verdadera oleada de asesinatos estaría en los hechos que siguieron a la huelga de la compañía “La Canadiense”. El paro, secundado por la CNT, fue extendiéndose hasta convertirse en una verdadera huelga general que paralizó durante más de un mes la industria barcelonesa. Los empresarios y sectores conservadores reaccionaron y solicitaron la ayuda del Estado.

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